A veces escribo en silencio, con la cabeza calma, sin que nada se interponga entre lo que siento por ti y todo lo que aún me queda por decirte. A veces te pienso y te pienso, con la cabeza echa un remolino incansable y a gritos mudos te llamo enroscada en las mantas donde follamos la última vez, hasta quedarme dormida. A veces como ayer, me embriago de mover el cuerpo, expulsando todo el fuego, encendida de extrañarte, determinada a no pensarte ni un segundo.