Georgette

Tiana
2 min readDec 15, 2020

Uno de los temores que siempre tuve es decir tu nombre en sueños. Me imaginé tantas veces enroscada en las sábanas deletreando cada letra que parecía una píldora suspendida en la punta de mi lengua cada vez.

¿Alguna vez lo dije? Nunca me atreví a preguntar, si alguien lo escuchó.

Equivocarnos puede suceder, dices A! y se desenreda toda una serie de consonantes que no debían estar allí, que se tropiezan torpes y ofuscan una conversación, porque claro: no venía a cuento. Y así sucede que me equivoco y digo otro nombre, que no debía decir.

La mirada tajante de mi compañero la siento clavada en mí pero no lo miro, me tapo la cara con las manos: ‘lo siento’… lo he hecho de nuevo, he vuelto a confundir su nombre, por el de alguien más en quien no estaba pensando en este plano. Pero quizás sí en otro.

La noche pasa y de ese percance nos olvidamos entre risas y besos, que envuelven todo en un sopor tibio y neptuniano.

Por la mañana las mantas vuelven a enredar mis piernas, y ya no te recuerdo como antes. Antes siempre estabas allí cuando amanecía, en mis ilusiones matutinas de pensarte al menos un ratito más. Con todas las imposibilidades que te rodeaban: eras mi platónico favorito, un imposible tan desfigurado en el tiempo y el espacio que en esa fantasía ya ni siquiera eras tú, aunque siguiese llamándote por tu nombre.

Estiré mis brazos para fusionarme en los sueños de él, aquel que hoy me hace soñar despierta, aunque todavía no susurre su nombre. Lo toco, lo rozo, sin más: esta dormido. Busco despertarlo y le murmuro que ya es hora de irme.

—¿Ya te vas? Llama a Georgette, si te vas, dile a ella que venga.

Me río. ‘Ostras!’ esta hablando de otra tía en sueños. Le doy un beso en la frente:

— Ahora le diré que venga.

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Tiana

Diseño, ilustro, escribo, canto mal y tengo una extraña obsesión con el número 27.-